En el momento en el que está en el quinto escalón de los diecinueve que tiene la boca del subte piensa qué sería de él con Denise al lado, Guillermo recuerda una cartita que le dejó a su lado cuando empezaban a salir que decía asi: “Pelo color sol, ojos color cielo, un realista mirandóte se transforma en romántico por simple fidelidad a lo que ve ante él. Te amo” Sonríe por las comparaciones que le robó a un poeta del que no se acuerda su nombre y mira a su lado. Allí estaba Toto, su mejor amigo desde los dos años. De él fue la idea de venir a París, todas las ideas locas vienen de Toto. Recuerda cuando a la edad de ocho tuvo la gran idea de empezar piano, después de empezar alemán, cine, guitarra, hasta hockey. Todo era para conquistar mujeres, Toto siempre había sido el más atorrante. Él despúes conoció a Denise a los catorce y la cosa cambió pero las locuras siguieron ya sea por fama, dinero o experiencia.
Escalón diecinueve superado y Guillermo respira por primera vez el aire parisino del barrio de Montmartre. Una lagrima rueda por su mejilla, una lagrima de felicidad, de sueños cumplidos, toda su vida había soñado con París. Nadie está preparado para cumplir un sueño, por eso en ese momento nos desmoronamos y somos felices por un instante o para la eternidad, eso depende no sé quién.
La primera semana en la ciudad de las luces fue muy atareada, entre el frío amenazante y los cursos en la Universidad de la Sorbona no tuvieron tiempo de recorrer París. En efecto, nunca salieron del barrio donde se quedaban. Hasta que llegó el sabado. No sé por qué le rendimos tanto culto a los fines de semana, será que en esa fecha uno se libera y empieza a pensar en uno en vez de pensar en el laburo, en las cuentas, en el estrés o en lo que sea. Pero ese sabado significó un quiebre importante, impensado, totalmente repentino.
Todas las tardes él hablaba con sus padres, sus hermanos y principalmente con Denise. Guillermo no sabía si la extrañaba más del miedo que tenía a que lo engañara o si simplemente la extrañaba pero estaba intranquilo allá,a más de diez mil kilometros de distancia de semejante belleza. Por eso hablaban toda los días, quizá para seguridad de él. Pero esa noche, agarró la campera y se fue a Saint-Germain-des-Prés, esa decisión cambiaría su vida para siempre.
Hay una película de Woody Allen que se llama Medianoche en Paris, la historia más o menos trata de un yanqui novelista, el cual quiere ideas para su historia, que viaja a la Paris de los veinte en una carreta todas las noche, esa París de bares, copas de vino, pintores, escultores, escritores, charleston y camaradería. Esa París sigue viviendo en Saint-Germain. Pintores en la calle retratando a los chicos curiosos y a las señoras enamoradas, parejas de la mano disfrutando del aire parisino, atrás un viejo ciego estaba tocando el acordeón con violencia un tema que es de Cole Porter y dice “Hagamoslo, vamos a enamorarnos” y asi fue.
El vino estaba por la mitad cuando vio entrar a una muchacha por la puerta principal del bar y sintió que el mundo se había detenido. Morocha, ojos marrones, vestido azul, tacos rojos, boca pintada con pasión. El olor del perfume se sentía desde la mesa de los argentinos, en la que Guillermo estaba solo porque el atorrante de Toto estaba danzando con una morena. La chica estaba en la barra y ve que con mucha elegancia pide una Stella Artois y abre un atado y prende un cigarrillo. La miraba fumar con la calma del mar, el mundo se había detenido, el tiempo ya no corría. En ese instante, en ese preciso momento no importaba nada más que aquella muchacha hermosa en la barra de ese bar parisino. La brisa decía que él debía pararse y hablarle pero ¿Denise? ¿Qué pasa con Denise?
Él nunca supo que vio ella en él, si a esa edad era un pibe alto y flaquito, parecido a un escarbadiente, con aparatos y anteojos. ¿Cómo esa rubia que ya estaba desarrollada con diez mil flacos atrás va a ir por el más feo de la clase?, ¿Esas cosas no eran que solo pasan en las comedias baratas de clase B? Él siempre la había amado, desde los diez, once años pero nunca se le animó siquiera a hablarle. Ella era de otro grupo de amigos, era de otro curso y no tenía casi ni contacto con él. Era un amor platónico, imposible. Cuatro años amo en secreto, murió por dentro cuando su primer beso no fue con Denise sino con otra chica que en este momento no recuerda su nombre. Lo que si rcuerda es esa vez que hablaron por primera vez. Fue en la casa de Toto, en otra de sus locuras cuando sus padres estaban en Córdoba, Mendoza o algun lugar asi. Habían conseguido un par de bebidas alcohólicas e invitaron a todo el colegio más o menos. Recuerda el momento que por primera vez probó la cerveza, era al lado de Denise, por cierto, que estaba un poco pasada de copas. No se acuerda bien por qué terminó a su lado esa noche, ni quiere recordar, solo quiere recordar el sabor de esos labios rojos a la luz de la luna. Desde ese día el mundo se dio vuelta y los perdedores ganaron y los ganadores perdieron y él estuvo con Denise y fueron felices por siempre.
Piensa en esa expresión “por siempre”. ¿Realmente una relación puede ser por siempre? ¿Cómo sabía que quería a Denise si nunca estuvo con otra? Le daba asco sus pensamientos pero sabía que eran ciertos. Esa muchacha valía la pena y Denise no se iba a enterar, ¿Cómo se iba a enterar si él estaba en otro país, en otro continente, en otro huso horario? Apuró la copa de vino con un sorbo largo de esos que suplican valentía y fue caminando lento a la barra con el semblante de un guerrero ruso durante el sitio de Leningrado.
Esos pasos no llegaron a ser más de veinte y no pudieron durar más de diez segundos pero la distancia parecían kilometros y el tiempo no pasaba. Los ojos de Guillermo estaban clavados en la figura de esa mujer, no la podía sacar de su mente. Parte de sí quería escapar, por Denise, por miedo a rebotar, por cualquier motivo pero el cuerpo quería otra cosa y avanzaba confiado y seguro auqnue por dentro se estaba muriendo.
Hay momentos en la vida en la que todo pasa demasiado rápido. Momentos efímeros, momentos que en realidad no son tan rápidos pero nuestra percepción del tiempo cambia. Este era uno de ellos. Solo recuerda el inicio “Je m´appele Marie et toi?”. Hasta la voz era angelical. Las Stellas iban pasando y ellos seguían conversando en una mezcla de francés e inglés. Una Stella, un tequila, un daiquiri y un vin rouge hasta que decidieron salir a pasear como excusa de mostrarle la ciudad de noche a Guillermo pero en realidad era nada más para avanzar.
En todo el camino por la vera del Sena hasta Champs des Mars, Guillermo no podía parar de pensar en lo que estaba haciendo, ¿Estaba mal estar haciendo eso? En realidad nada más era una charla entre dos desconocidos en idiomas entreverados sobre politica, economía, religión, Buenos Aires y Paris, Nada más. Piensa, reflexiona, mira la boca roja de su acompañante pero nunca se anima. Tiene miedo, pero no tiene miedo a intentarlo sino que tiene miedo a que le guste esa boca y que Denise quede en el pasado.
Guillermo respira y lagrimea. La ve y se enamora, despues ve a la Torre y se enamora más y más. “Tan perfecto que asusta” alcanza a decir en voz baja y pasa su brazo por encima de la cintura de Marie mirando a la Torre Eiffel en el Trocadero, En ese transcurso se empieza a escuchar una música de fondo, Guillermo la reconoce y se pone a tararearla. ¿Será que uno fuera de su patria se vuelve más sentimental con lo nacional?
Esta noche / amiga mía / el alcohol nos ha embriagado/ que me importa que se rian / y nos llamen los mareados / cada cual tiene sus penas/ y nosotros las tenemos / esta noche beberemos / porque ya no volveremos/ a vernos más.
Marie cruza su pie por enfrente del pie de Guillermo, y comienza a llevarlo a bailar ese tango en medio de la multitud. Guillermo sigue pensando, sigue nervioso, pero se deja llevar. Piensa en Denise, sabe que lo que está haciendo y lo que tiene ganas de hacer está mal, no es ético, sería una estupidez pero sigue mantienendose bailando porque su corazón dice todo lo contrario.
Cuenta la leyenda que mientras sus labios se rozaban con frenesí, justo la Torre explotó en mil luces y por suerte Cadicamo se equivocó porque esos dos amantes prohibidos si se volvieron a ver…
Habían pasado tres meses y medio. Guillermo seguía en la doble vida, decía que amaba a Denise con toda su alma por Skype, cortaba y se daba un beso pasional con Marie, Él sabía que estaba mal lo que estaba haciendo pero amaba con locura a la francesa y con la misma pasión amaba a la argentina. Se sentía como un malabarista pero no podía elegir. Ambas le hacían sentir lo mismo.
Pero la vie en rose también tiene su fin. Hay algunos que reconocen a Praga como la Las Vegas de Europa. La capital checa mezcla las estructuras soviéticas con las tiendas consumista. Mezcla su lado culto y kafkiano con los casinos y la noche. Pero a diferencia de la ciudad del estado de Nevada, todo lo que pasa en Praga, no se queda en Praga. Era un jueves de calor en mayo. Las huelgas en París habían creado la oportunidad de viajar a Praga los cuatro, Marie, Guillermo, Toto y su novia la morena.
Las chicas se habían ido a un bar cercano al hotel y los chicos se pusierona ver a su querido River en un partido trascendental por la Copa Libertadores. Hay una vieja frase que Guillermo solía decir. “Cuando tu equipo pierde un partido importante, no dudes en no salir de tu casa, ya que todo lo malo que puede pasarte, va a pasarte”. Ay, Guille, porque no fuiste fiel a tus instintos.
El partido finalizó 2 a 0 y River quedó fuera de esa copa y Guillermo quedó fuera de la Copa del Amor. Ni bien salió del bar, casualidad del destino macabro, estaba Marie a los besos crudos con un tipo fornido. Guilermo, traídor y traicionado, se dio la vuelta, le pegó una piña a la pared, lloró, buscó su valija y se tomó el primer vuelo a París que salió.
Seis meses habían trascurrido. Marie estaba en su departamento, sola. Eran las tres de la tarde y ella seguía de camisón. ¿Por qué salir si ya no tiene sentido la vida? En el suelo yacían miles de pañuelitos descartables usados de tanto moco y lagrima. Ese argentino fue su amor de por vida, |nunca amó a nadie con tanta pasión y locura pero por una calentura lo había perdido, Guillermo había vuelto y ella no tuvo ni la oportunidad de despedirlo. Se culpaba de haber besado a ese yanqui, inglés, no sabe de dónde era sólo que fue su perdición. En su mano había solo un papel con una frase manuscrita de Toto “Olazabal 1758, Buenos Aires, Argentina 47871203. Guillermo” rezaba la amarillenta nota. Tuvo una corazonada, se bañó, sacó la plata del alquiler que guardaba en unos zapatos viejos y emprendió vuelo hacia la Paris del Plata.
Llevaba tres días en Buenos Aires y ya había probado el mate, el fernet, el asado, había bailado tango y visto folclore pero todavia no había hecho nada por recuperar a su amor. No había escuchado nada de él desde la tarde siguiente después del accidente checo, cuando habló con Toto y él le había dado su dirección. No sabía cómo iba a reaccionar él, se merecía que estuviese enojado, no lo iba a negar pero se rehusaba a irse de Sudamérica sin su Guillermo.
Llovía en Buenos Aires como toda tarde de primavera porteña. La ciudad se encontraba violeta y un perfume a jacarandá invadía el ambiente. Ella llevaba el mismo atuendo de esa noche de febrero en Saint-Germain. En el hotel había bebido varios sorbos de una petaca de vodka barato para hacerse de valor de ir y tocar ese timbre, había que encontrar al destino, desafiar al mundo de visitante y con las de perder pero como decía una banda que le había mostrado Guillermo “Cuando todo parece jodido es cuando hay que poner”. Por él había hecho cosas imposibles, aprendió español, se había hecho fanatica de La Vela Puerca y de Los Redondos, casualmente su cancion favorita era Un poco de amor francés. Ella pensaba que hablaba del amor en Francia, y Guillermo se la dejaba pasar porque era más romantico así. Marie sonríe por primera vez en meses al acordarse de Guille.
Estaba nerviosa, era un instante crucial, de esos de vida o muerte, Ya no había vuelta atrás, el timbre sonó en la casa blanca. Marie imaginó mil escenarios distintos al que sucedió. A los cinco minutos se abrió la puerta y la historia cambió para siempre.
-Hola, ¿Qué necesitas?- aclamó una voz angelical en el umbral de la puerta blanca del barrio de Belgrano
-Soy una amiga de Francia de Guillermo, necesito ubicarlo- respondió nerviosa Marie
-Justo salió a cumplirme un antojo, viste esto del embarazo es asi, uno quiere frutillas y el pobre Guille sale a buscar frutillas. ¿Querés pasar?- aclamó Denise,
Marie estaba helada como un glaciar, y rapidamente negó con la cabeza y salió corriendo con lagrimas en sus ojos.
Estaba parada en la puerta del Barrio Chino reflexionando, viendo a la gente pasar. No podía interferir en la vida de Guillermo y menos en la de su bebe. La vista se le nublaba por las lágrimas que salían a borbotones de sus ojos. Apenas vio la varilla roja y blanca bajar, le pidió a un comerciante una hoja y una lapicera. Escribió: “Llevar a Olazabal 1758. Je t´aime jusqu´a la folie Guillermo. Excuse-moi” y rapidamente corrió cuando vio venir la formación del tren Mitre. Cerró los ojos y esperó el impacto que la liberara de su infierno.
Al mismo momento, en el barrio porteño de Flores, una mujer habia salido del barrio de Belgrano en su auto pensando en mil cosas. Ella había reconocido a esa mujer que había visto hace poco. Sabía que su novio le había sido infiel con ella pero decidió callar porque ella también. Hasta estaba embarazada de un jugador de fútbol de la primera de Lanús y le había hecho creer a ese pobre tonto que era de él. Iba nerviosa escuchando su CD preferido de lentos cuando cruza Nazca en rojo. Desde el golpe al final del tunel solo pasaron 20 segundos. El 55 estaba volteado y su auto volcado fue su escenario de muerte. Ya era tarde. Demasiado tarde.
Guillermo recibió la visita policial a las siete y media de la tarde. Estaba sereno, tranquilo y relajado hasta que sonó el timbre. Le explicaron que una mujer francesa le había dejado esta nota y se había suicidado posteriormente. Nunca dejó de llorar, más cuando apenas despidio a los dos uniformados entre sollozos, recibió una llamada de la policía para avisarle la tragedia de su mujer y que no habían podido salvar a su bebe. Tragó la pastilla
El reloj cucú de la casa de la calle Olazabal marcaba las once y cuarenta y cinco de la noche. El oficial Gomez encontró el cuerpo de Guillermo tendido sobre la cama con una carta que decía “Marie y Denise: Que grande ha sido nuestro amor y miren lo que quedó. Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos. Las veré pronto, las amo”