viernes, 30 de diciembre de 2016

La búsqueda

El reloj del celular marcaba las dos y media de la mañana de un martes pero  ¿Qué importaba el horario? Era verano, esa época en donde todos los jóvenes son libres de hacer lo que quieren con la absurda excusa de "ya fue, es verano". Todos se acuestan pasadas las tres y se levantan pasadas las doce del mediodía. El brillo del dispositivo móvil encandilaba a Rama, quien estaba en posición fetal en la cama hacía más o menos unas tres horas y no tenía planes de moverse ni para ir al baño. Abierta tenía una conversación de Whatsapp en la cual hablaba con una mujer que no conocía y que probablemente ni la fuese a conocer.

Rama no era un tipo feo ni mucho menos.  Cumplía los estándares de belleza masculina de la sociedad adolescente con bastante rigidez. Era morocho, rondaba el metro ochenta, ojos marrones tirando a verdes, iba religiosamente al gimnasio casi todos los días, tenía buena parla y era buen amigo. Rama sabía cómo ganar mujeres, era todo un Don Juan. Todas eran un objetivo y una probable presa, él era el león acechando para atacar en cualquier momento. Logró salir con muchísimas mujeres, conquistaba con fuertes golpes a la batería, con su lengua picante pero medida, sabía cada truco, sabía cómo conquistar. Pero hay algo que nunca pudo tener, nunca tuvo un amor. Mil mujeres y ninguna por la que él se juegue y cuando se la jugó realmente las cosas le salieron mal. La chica de la charla banal, aburrida y virtual } era solo una de la veintena de símiles que tuvo en lo poco que iba del verano.

Mientras Rama estaba matando el aburrimiento en ese encuentro virtual, Victoria estaba en algún lugar de la Costa Atlántica. El vodka le hacía difícil distinguir si estaba en Mar del Plata, Gesell, Pinamar, Las Toninas, las islas Seychelles o Neptuno.  Como toda esa quincena estaba en un boliche de vacaciones al que había pasado gracias a la política sexista de que las mujeres pasaban gratis (ella discrepaba pero cuando hay guita de por medio los ideales desaparecen para ella). Ella era una chica hermosa: morocha, ojos azules, pecas y un cuerpo de modelo. Ella era una asesina a sueldo con su mirada, tanto intimidaba que algunos ni se le animaban a hablarle por miedo a un inminente fracaso rotundo. A sus dieciocho años tuvo varios novios que nunca amó, mucho sexo barato y frío, besos secos, nunca tuvo un amor correspondido. Lo que ella buscaba en esa petaca, en esos labios fríos de un desconocido, en esas tristes sabanas de hotel de Pinamar era simplemente los labios de Rama, los labios de su mejor amigo en ella. 16 años de su vida lo tuvo a su lado. Compartió miles de experiencias pero nunca, jamás se atrevió a desnudar su corazón ante él y mostrarle aquel fuego interno que sentía.


Rama había ganado, muchas veces pero ninguna victoria se asemeja a celebrar un campeonato. Así se veía él. Ganó muchos partidos: algunos de ellos muy chivos, de visitante y con uno menos pero nunca pudo alzar la copa del amor. Tanta victoria insulsa y tal fracaso de sus objetivos hizo que él ya no tenga mucha fe. Él repetía, equivocadamente, que las minas solo lo querían hacer sufrir. Creía en el chamuyo como estilo de vida. Adquirió multiples facetas pero, para bien de él, nunca olvidó su raíz, su personalidad original. Para él, la versión beta del amor era una resultante de distintas probabilidades. Era matemática, era marketing, era puntualidad, era una estrategia, no sea cosa de mandar a tus soldados en invierno a Rusia. Él creía que la conquista era pensada, no improvisada.

Victoria usaba a los hombres a su conveniencia. Ella sabía el poder de sus ojos y de sus curvas. Ella sabía que con solo chasquear los dedos cual propaganda de Paco Rabanne tenía a su merced lo que ella desee: y más en las fiestas. Alcohol, cigarros, un beso, una charla, un abrazo, compañía nocturna, todo lo podía lograr gracias a su manipulación. Ella sabía que era la manzana más codiciada del condado y decidió jugar un juego cruel: el juego del amor falso. Besaba sin sentido, solo inflaba su ego, solo buscaba que Rama caiga a sus pies.  Algún día él caería de la palmera y se enteraría que ella lo había estado esperando. Ella era la leona, no él. Ella era la que estaba acechando, no él. El cazador tenía que ser cazado y qué mejor que una cazadora experta y drogada de amor.  Nunca se había animado a nada. Sabía que la amistad se iba a ir toda al mismísimo diablo. No era un precio que ella quisiese pagar.

Ya habían pasado quince días más o menos de aquella noche costera para Victoria y de aquella charla virtual para Rama. Era 13 de febrero. Un día antes del día de los enamorados, se dice que existe el día anti-amor. Ese 13 recuerda a todos aquellos que quedaron fuera del sistema amoroso: sea por decisión propia o por una cuestión completamente injusta de la vida o de una búsqueda que no hallaba resultados. Aquellos que despotrican al amor, se mueren por sentirlo y es así como se reputaban Rama y Victoria.

Se dice que en la ciudad de Las Vegas en el estado de Nevada todo lo que pasa se queda allí. En el verano se dice que todo vale pero el verano no tiene la misma propiedad que tiene esa ciudad de apuestas, noche y cabarets. No señor, lo que pasa en el verano no queda en el verano. Cada acto tiene su consecuencia, no hay estación del año que ampare esa excusa. Los amigos de Rama y él decidieron ir a una fiesta por el 13 de febrero. El mismísimo Ramiro se había encargado de todo, organizó y se fijó quienes iban. Si, había presas. El cazador estaba de vuelta en su búsqueda.

Victoria no tenía ganas de salir y eso se debía principalmente a la confirmación de presencia de Rama. Ella no disfrutaba del espectáculo de Rama cazando gente que no era ella. No concebía que él no esté en su órbita. Tenía que tomar una decisión, se hartó, no podía amar más en silencio. Era esa noche. A todo o nada. Gane la casa o que salte la banca.

La fiesta era en la casa de Valentina, cuyos padres estaban en Cancún y debido a la excusa absurda del verano puso casa para más de cien invitados. Era un patio enorme, pileta, con un parlante sonando un reggaetón a todo volumen, comida y muchísimo alcohol.

Eran ya casi las tres de la mañana. Los tragos hacían que la gente se desinhiba. Muy pocos no estaban bajo los efectos traicioneros y malditos del escabio. Rama estaba bailando en el medio del jardín cuando Victoria fue corriendo hacia él. Ahí estaban, a un paso de distancia, ambos podían oler el perfume del otro, podían sentir la respiración y las corazonadas. El aire se cortaba con Gillette. Apenas se vieron, se saludaron y Victoria cerró sus ojos, se puso de puntas de pie y trató de besarlo, trató de averiguar si sabían cómo ella lo predecía o mejor.

No se lo vio venir. El zarpazo vino cuando ella estaba entregada a merced del destino, ya no había vuelta atrás. Y esta vez Victoria no lo logró, esta vez Victoria salió goleada, esta vez no alcanzaron los ojos, no alcanzaron las curvas, no alcanzó la insinuación. Rama estaba a medio metro a los besos apasionados con Valentina. Maldijo a todo el mundo, miró al cielo e irrumpió en llanto. Esquivo a los púberes que solo querían su boca, paró un taxi y en él se puso a escribir en sus notas.

“Lo que pasó hoy fue una demostración de amor, quizá la única verdadera que haya hecho en mi vida entera. He cometido millares de errores, he salido con  imberbes pero solo para olvidar que te amo a vos. Toda esta parafernalia es porque vos sos mi obsesión, sos vos con quien quiero estar. Así que si me querés también te espero en el banco de la plaza de Nuñez a las dos en punto”  Se secó las lágrimas, se lo envió a Rama y terminó de tramar su plan. Esto no quedaría así.

Rama llegó a su casa y apenas pudo leyó el mensaje. No recordaba haberla rechazado. Maldijo al fernet, maldijo a Valentina y a sí mismo. ¿Qué quería? ¿Y si de verdad le gustaba Victoria? Era un buen partido. Era una buena tipa, hermosa y quizá era la indicada pero ¿Y si no? ¿Otra vez sopa? Amaneció ahogado en sus propios pensamientos y en una resaca terrible. Era un dia crucial en su vida y hoy había que decretar un fallo. Victoria si o Victoria no. Como lo ha dicho The Clash: Should I stay o should I go?

El reloj en su muñeca marcaba las dos menos cuarto de la tarde. Cada minuto duraba lo que dura una eternidad. La plaza era a pocas cuadras, así que tenía mucho tiempo para decidir. Ir o quedarse, jugársela o renunciar. Tomó un sorbo grande de agua y abrió la puerta. Ya no había vuelta atrás. Ya que estaba en la cancha debía jugar el partido. Cada paso era lento. La decisión estaba tomada pero dudaba. Solo avanzaba por pura inercia. Quería volver pero caminaba porque su corazón: atrofiado de tan poco uso se había despertado. Él sabía que tenía que ir a esa puta plaza y darle un beso gigante a Victoria. Hoy era el principio, hoy era el primer día del resto de su vida

Llegó a la plaza de Ramallo y Cuba y la miró. El reloj marcaba las 14 horas en punto. Victoria debía estar en el banco del otro lado de los arbustos. Medio confundido pero convencido que esto era lo mejor caminaba hacia ese maldito banco. Es en ese momento que una bola de papel proveniente de los arbustos lo golpeó en la cabeza. La desdobló y observó que había una nota bien grande en labial rojo que profesaba:

“Querido, el tren solo pasa una sola vez en la vida. Tanto tiempo cazada, hoy me toca ser la cazadora. Game over. La búsqueda terminó. Soy yo pero no puedo. Sorry” Victoria

Incrédulo levantó el papel y vio a Victoria a los besos con otro


Ignacio Leiva, 30 de diciembre de 2016 (basado en un texto del 29 de enero de este año)

lunes, 26 de diciembre de 2016

Amor de verano

La repetitividad de los veranos lo situaban a Mariano en un verdadero Truman Show. Él amaba el balneario que iba. Relajado, austero, jipi, casi sin gente pero al ir al mismo lugar durante los últimos diez años de sus diecisiete de vida lo tenía harto. Probablemente sus amigos estén del otro lado del charco organizando unas vacaciones inolvidables pero cuando el bolsillo aprieta y el cambio de planes llega, no hay nada que se le pueda hacer.

Era hora del primer día de playa. Pocas expectativas rodeaban el cuerpo de Mariano. Se cazó su malla rosa y salió. Recorrió esas dos cuadras que separan su hotel (el unico del pueblo) del mar y ya iba sintiendo el aroma del mar en su nariz, se escuchaban pocos correteos y la inmensidad de las olas rompiendo con el viento sobre la playa mansa. Luego de una buena zambullida al mar se sentó en su reposera, preparó un mate amargo de esos que al él tanto le gustan y cerró los ojos. Piensa sobre la vida, sobre su aspecto fisico. Estaba harto que el espejo no devolviese la imagen que él quería. No era un tipo gordo, solo que no hacía mucho ejercicio y por eso no estaba marcado. Del amor solo sabía lo que le había contado Hollywood o algun literario nostalgico que lo emulaba. Puso en su celular un buen tema de Duran Duran y piensa por qué no nació en los ochenta pero bueno, qué se le va a hacer, había que adaptarse al mundo de las selfies, redes sociales y todo eso. Piensa si en esa epoca podría haber levantado, se dice que no. Que los que ganan son una oligarquía que se mantiene en el tiempo. Anota en su celular “oligarquía” como idea para una nueva historia.

Ya se estaban haciendo las cinco de la tarde y Mariano estaba por la mitad del libro de Hemingway que había empezado en la mañana. En eso escucha a su mama y a su papá reir junto a otra pareja. Eso le resultaba raro porque sus padres no eran de jugar en la playa salvo cuando Olivia se ponía pesada y algo había que hacer. De golpe se escuchá rapidamente el grito de su mamá pidiendole que juegue porque faltaba uno. Contó minimo cinco veces y eso que no es muy bueno en matematica sabía que eran dos por lado. No faltaba nadie pero decidió pararse impulsado por el aburrimiento, las palabras inconclusas de Ernest o simplemente por el destino.

Cuando Mariano estuvo a punto de arrepentirse de pararse. Sinceramente le daba fiaca jugar tejo con cuatro cuarentones. Justo en ese momento salió del mar una figura (¿Una sirena quiza?) que él no podría olvidar jamás. Ese momento duró realmente tres segundos o un poco más pero se sintieron como años. El reloj no transcurría, el tiempo estaba congelado por la mirada atenta de Mariano. Morocha, morena, metro setenta, una sonrisa blanca y embriagante cual escoces sumado a unos faroles de color marrón llenos de melancolía, nostalgia, o un sentimiento que él no pudo descifrar. Ni Sabina pudiese haber descrito semejante preciosura, ni Becquer ha soñado con unos ojos tan hermosos.


Mariano quedó petrificado cual pompeyano, mudo, absorto, parecía que Cassius Clay lo había boxeado pero en vez del gran Muhammad fue el amor el que en sus shorts rojos y en cuero le propinó una paliza que nunca había sufrido. No pudo dirigirle ni media palabra a la hija de la pareja amiga de sus padres. Se dedicóa jugar al tejo con total seriedad y profesionalismo. Midió sus festejos, no explotó con sus tiros malos, no reclamó los dudosos. Solo se dedicaba a lanzar lo mejor posible el disco al verde y sus ojos de lanzar la mirada ,ás potente a aquellos ojos marrones centricos y peligrosos.

Tocó despedirse porque la noche y la lluvia se acercaban. No se pudo lavar la mejilla luego de ese beso momentaneo y de despedida pero para él fue similar al beso de Titanic ¿o era el famoso beso de la muerte mafioso?. Llegó al hotel, su madre preparó unos fideos, comió rápido, se bañó, se puso la remera que usaba para dormir (una de Led Zeppelin y el short de Ferro) agarró su notebook y bajó al lobby a usar el Wi-Fi ya que no llegaba a la habitación. Estaba escribiendo una historia de esas que nadie lee sobre el fracaso y la oligarquía musculosa que había pensado en la playa. Estaba seguro que esta mujer de la cual no sabía el nombre tenía algun novio en la ciudad natal y que todo era un error. Repetía que el amor no existe, que es solo una reacción hormonal. Él ya tenía puesto sus auriculares con su playlist de Charly García que siempre usa para inspirarse cuando de golpe siente que alguien se le sienta al lado en el sillón de la recepción. Se sacó su auricular derecho y procedió a voltearse para ver quien era.

Ella estaba tan linda como en la playa. Pelo recién lavado, una remera de los Rolling Stones y unos balis. Así de simple como de perfecta. Ya lo han dicho varios poetas, economistas y minimalistas: menos es más. Mariano atinó a titubear un hola tibio, apagado, con miedo solo con las tripas. Ella abrió los ojos matadores y preguntó como si fuese un interrogatiorio su edad, lugar de procedencia y su nombre, De memoria como si estuviese en la COLIMBA respondió “Mariano. 17. Flores”. Ella dijo con muchas ganas de explayarse que tenía 18 recien cumplidos, que era de Lanús, que quería estudiar filosofía en la UBA, que su colegio era un colegio público cerca de Pavón y casi se olvida pero dice mi nombre es Melina. La conversación siguió. Él medio avergonzado le mostró sus historias luego de una gran insistencia, notó que en una casi llora y que en una no estaba de acuerdo con lo que Mariano planteaba. Ella le mostró sus fotos artisticas y sus playlist de rock. “¡Era la mina perfecta, la puta madre!” se grita a si mismo. Se despidieron y él repite en su cabeza solo una cosa. Melina. Melina. Melina.

Ya eran casi las tres de la mañana y Mariano seguía en el balcón que daba a la orilla. Solo atinaba a escuchar a la mar embravecida susurrar el nombre de Melina mientras le daba un sorbo a la cerveza helada que se había comprado en un kiosco nocturno de la zona. Era una noche de verano de esas en las que la lluvia de dos horas atrás ya quedó en el olvido y el calor se hace presente. La dificultad para dormir hizo que Mariano tome esa decision de balconear.  Fue en eso cuando escucha su voz. No, no estaba loco. Estaba en el balcón contiguo. El amanecer se hacía presente y ellos seguían hablando de la vida, de literatura, de futbol, de politica, de historia. Nunca él había conocido alguien asi. Cupido, el Cassius Clay romantico ya lo había noqueado. Ya el referí contaba hasta diez, Mariano estaba enamorado. Habían quedado a las cinco de la tarde del día siguiente. Esa tarde era su tarde. La barrabrava de su corazón ya cantaba “ponga huevo Mariano/ponga huevo huevo sin cesar/que esta tarde cueste lo que cueste/esta tarde tenemos que ganar”

Mariano llegó a la playa como de costumbre a la 1. Corrió un rato para alivianar los nervios, participó de un picado con un par de veteranos que no podían casi ni correr, se zambuyó en el mar y al rato procedió a hacer lo que mejor le salía: leer y escuchar música mientras esperaba a Melina. Llegaban las 5 y sintió que alguien se sentaba en la reposera, no era su madre, era ella. Tan bonita como siempre con su vestidito y anteojos de sol. Se acordó del Pato y se dijo “Tan perfecto que asusta” . Le convidó mate, facturas y charlaron un rato largo, hasta que los padres de Mariano tuvieron que irse porque a Olivia la había picado un agua viva. Él, seguro que eso fue cosa del destino, se quedó con Melina en la playa.

Ya sin reposera y sombrilla decidieron salir a caminar por la playa casi desierta con el atardecer a punto de llegar. La mente de Mariano era toda una fabula, una canción, o una novela. Estaba al lado de la mina más linda que había visto en su vida, que escuchaba la misma música, le gustaba leer, era culta, sacaba fotos y de gran calidad ¡Hasta le sacó una en la que él parecía flaco! Tenía todo para ganar y nada para perder. Por fin, el que perdía siempre lograba triunfar y QUE TRIUNFO SEÑORES, era su Maracanazo, era su Leicester, era su flaco de Notting Hill con la famosa que le cantaba Elvis Costello, era la victoria de Cyrano de Bergerac con la doncella. En el medio de todo el mambo de su cabeza, sin quererlo, o queriendolo un poco, agarró su mano. Sostuvo su mano calida en la suya. Se frenaro. Las miradas se quemaban con el sol corriendo trasversalmente.  Se emborrachó en esos ojos marrones y en vez de un coma etilico le dio uno de amor. Notó que Melina cerró sus ojos y ahí sucedió lo que iba a cambiar todo, los dos labios fundiendose en uno mientras el ocaso perfecto de fondo les guiñaba el ojo diciendo que esto no era un amor de verano. Esto es para siempre. Y esta vez la Vela se equivocó: el para siempre no siempre se termina.

Ignacio Leiva, Montevideo,  28 de diciembre de 2015. Rehecho el 26 de diciembre de 2016


jueves, 22 de diciembre de 2016

Razón vs Corazón: la madre de las batallas

Pepe estaba petrificado acostado boca arriba en su cama. El reloj del celular marcaba la 1 y 26 de la madrugada y él deseaba haber salido a olvidarse de todo pero la vida lo quería en su cama. Likea las fotos en Instagram de sus amigos como todas las noches, pone fuerte su rock n roll en su auricular y cierra los ojos, no con ánimos de dormir, sino con ánimos de pensar sobre lo que le estaba ocurriendo.

Pepe estaba transcurriendo sus 16 años.  Estaba disfrutando de un buen presente pero siempre se había considerado un insurgente, un revolucionario de mentira, un idealista que nunca concretó más de dos ideas, un hippie con OSDE como se dice hoy en día. Se consideraba un romántico en el verdadero sentido de la palabra. Hacía todo por el amor al arte. Era un tipo que tenía gustos muy distintos a los pibes de su edad en algunas cosas, pero en otras era uno más.

Él no conocía mucho a María, eran amigos por nomenclatura, amigos porque sus amigos eran amigos entre si. No compartían mucho tiempo salvo alguna conversación tímida en donde los dos titubeaban hablando del clima, de la prueba de matemática o de algún chisme que corría por los pasillos del colegio Humberto Primo donde ambos concurrían pero en distintos turnos.

Pepe no era un tipo lindo ni mucho menos, no estaba trabado, asomaba algunos indicios de estar un poco excedido de peso y sus facciones no le ayudaban mucho, pero igual a él no le importaba mucho e intentaba bancársela. María era una tipa linda en serio, alta, con sus facciones bien latinas, pelo morocho con reflejos rubios y una sonrisa particular.

No recuerda cuando todo cambió, cuando María dejó de ser una más en el montón para él. No sabe cuándo se enamoró con profundidad de esos ojos marrones que lo decían todo, no se acuerda cuando su sonrisa terminaba cambiando su día, cuando quería intentarlo, quería estar con ella pero nada iba a ser fácil. Hay batallas que son inganables, que son un David contra un Goliat pero esta batalla quería ganarla como sea. Con huevo, con un gol en la hora con la mano y en orsai pero la tenía que ganar.

El chico necesitaba un consejo, eso era claro. No quería que María sea un chamuyo más. era la encargada de ponerlo en rieles cuando él desbordaba. Su amiga le recordó lo valioso que era y que él podía pero tenía que esperar a la fiesta de la semana siguiente. Pepe acumulaba fracasos intensos en el amor, se había chocado contra la pared, o en criollo el sistema, un montón de veces. Ya estaba harto del feo gusto de la derrota y quería probar que era la victoria.

Ya pasó una semana del insomnio en donde Pepe se puso a pensar sobre que quería con María. Era viernes a la noche, una noche de primavera cualquiera, pero no era una noche cualquiera, no señor. Para Pepe era su noche, la noche en donde todo iba a cambiar. Sus amigos se habían enterado de la situación y le decían que era mucho para él, que no sabían si convenía, que lo intente pero que no se involucre. ¿Cómo no involucrarse si su corazón latía a mil?

Era la fiesta de una amiga de María. Llegaban las 12 de la noche de Buenos Aires y Pepe salía en el auto de un amigo por las calles porteñas hasta la vivienda en Belgrano. La luna llena daba buenos augurios, Pepe tenía todo preparado, demasiado preparado, decía que iba a ser su noche, que hoy la mala racha se acababa. Estaba tan convencido que podría haber apostado millones por él en Bwin

Entró a la casa, le pidió un trago a un amigo y se sentó en el sillón a pensar, a hacer tiempo, no sabía. Cuando apareció ella, todo se volvió en cámara lenta. Esos ojos lo agarraron, la sonrisa lo noqueo y el vestido negro lo mandó a la lona con el referí dándole la cuenta final. Pepe empezaba a dudar, apuraba su trago, pedía otro, pensaba, se preguntaba si era cierto que era mucho para él. Las lindas solo terminan con los feos en Hollywood , después se daba coraje diciendo que toda racha se corta y que era posible, ¿Era posible que ame tanto a una persona con la cual apenas cruzaba palabras? ¿Qué era lo que lo cautivaba? Él estaba enamorado de la cultura de María, una tipa que leía mucho, pensaba mucho y era muy inteligente. ¿Estaba todo designado para que sea hoy, una noche cualquiera de primavera en el Bajo Belgrano? ¿Qué pasa si fracasa? La cabeza le iba a mil y su corazón también.

Empezó a evaluar qué tenía más peso, si su corazón, su pasión, todas las noches escuchando música y que todas las letras, sean de cumbia, de rock, pop, electrónica o tango, le hacían recordar a María, todas las veces que entró en su Twitter buscando algún indicio, todas las veces que soñó con este dia o si pesaba más la razón, ese cerebro privilegiado que le dio la naturaleza pero en este momento era un clavo, era la cruz que tenía que cargar, todo lo pensaba dos veces. ¿Y si realmente era imposible? Pepe no era rugbier, no iba al gimnasio, jugaba al basket y a duras penas. ¿Si no era lo que buscaba María? ¿Qué tan dura era otra derrota a este punto? ¿En el balance, el saldo daría negativo? ¿Todo seguiría igual?

Ya eran las 2 y 35 de la mañana, la gente estaba bailando y de golpe suena el inconfundible ritmo de un cuarteto cordobés: "Fue lo mejor del amor/lo que he vivido contigo/dejo mi esposa/tu dejas tu marido/para matarnos en un cuarto de hotel”, las parejas se iban formando y Pepe no podía perder esta vez. No le podía ganar de mano ni Juan ni Matías ni Pablo. Pepe quería saber lo que el amor era, las minas con las que él había estado no las amaba al cien por cien y aquellas con las que se enamoró profundamente, le habían dicho que era feo, que no tenía chances. Pepe se acercó y le dijo "Hola", respondió lo mismo María. El chico extiende su mano y agarra la de ella, vuelta va y vuelta viene, brazos extendidos que se replegaban mientras los cuerpos se separan y se vuelven a juntar al son del Potro.

Pepe sabía que era su momento, sabía que era la única chance que tenía, era SU chance. Decide inclinar su cuerpo y cerrar los ojos, el resto es historia conocida. Una historia en donde el corazón le ganó a la razón. Donde por una noche se dio todo. No sé qué es de la vida de María o Pepe después de esa fiesta, pero ¿Qué importa? Ambos descubrieron que era el amor y destruyeron a todos los que hablaban y susurraban que era imposible, que todo era posible. Que el corazón vale más que el cerebro.


Ignacio Leiva, 22 de diciembre de 2015 (reversionada el 22 de diciembre de 2016)

lunes, 19 de diciembre de 2016

Mi despedida

Uno nunca está preparado para las despedidas. Tampoco se si esta es una definitiva. Nunca pensé que iba a llegar al final de esto. Este blog fue durante este año mucho más que una plataforma virtual. Este blog fue mi lugar de descarga, fue mi psicologo, fue mi motivo para seguir vivo. Si estaba feliz, publicaba. Si estaba triste, publicaba. Si estaba enojado, publicaba. Este blog hizo que me anime a escribir historias, que deje las reflexiones y empiece a inventar. Este blog hizo que empiece a escribir poesía. Una historia de este blog me hizo ganar un premio. Las lagrimas corren por mis mejillas.


Decidi eliminar mis entradas un poco de manera sorpresiva. No sé que me pasa. Hace tiempo que no encuentro lo que algunos llaman felicidad. El miedo al fracaso me hace mierda. Me volvi en un cagón, me volvi en alguien que no afronta riesgos por miedo a perder. Empece a escribir un 4 de diciembre de 2015 despues de una pelicula. Alli escribi un sueño, un sueño utopico. Ya renuncie a ese sueño, ya renuncie a todo. Ya renuncie a que algun dia salte la banca, perdí. Mi autoestima baja me ganó. Y empecé a pensar. ¿Es necesario publicar mis mierdas? ¿Es necesario deprimir al resto con mis pateticas depresiones? Es asi como las borré. Es así como hoy me despido de todos ustedes. No por siempre. Sino hasta pronto. Todos los jueves y domingos subiré una historia de las que ya había subido. Va a seguir teniendo actividad esto, quizá vuelva a escribir algun texto original. No se que más decir, el llanto me impide pensar. Por favor, una sola cosa. Sean ustedes mismos, sean fieles a si mismos. Muestren lo que quieran mostrar no lo que esta sociedad y sus caretas y sus modas de mierda mande a mostrar. Yo estaré bien siguiendo buscando esa historia de amor, ese éxito, ese dia en el que todo me salga bien, voy a seguir buscando la vida. Es por eso que a veces siento la necesidad de dejar para crecer. Voy a estar bien, eso creo. Gracias a todos los que me leen, a los que me critican. Una vez se lo dije a alguien que me dijo que le gustaba mis posts. Era alguien que no conocía realmente, solo me la cruzaba de vez en cuando. Y eso me hizo sentir bien porque mi escritura llegaba a la gente y los inspiraba a pensar. Yo le dije “la literatura es una comunicación, sin receptor no hay emisor”. Asi que gracias a todos por ser mis receptores. Gracias por estar en los momentos más duros de mi vida como en los más felices. Mis entradas las tengo en un pdf. Si alguien las quiere por favor contactese conmigo. Ahora me concentraré en terminar la novela y en perfeccionar las entradas viejas. Hasta el jueves!