La vida no
es más que otra cosa que una sucesión de casualidades (o causalidades) llamala
como quieras. Somos una especie de elige tu propia aventura en la que nosotros
formamos parte del juego pero no debemos olvidar que otros están jugando
también. Y así es como este tablero gigante llamado Tierra tiene a más de siete
mil millones de jugadores forjando sus destinos y los destinos de los demás. No
obstante, no es fácil elegir. Uno no sabe que pequeñez es la que cambie su
porvenir para siempre, esa noche era una de esas noches visagras. Del
crepúsculo al alba: un par de horas que definen días, meses, años y hasta quizá
la vida entera. ¿Quién sabe? Todo es tan concreto y es tan étereo que se va y
viene con la misma facilidad.
Así es
como me encuentro frente a la puerta. ¿Salir o no salir? ¿Ser o no ser? Esa es
la cuestión. Sé que al salir por ese umbral mi vida será distinta. Sé que soy
el que decide por lo que vendrá y sé que dependo de las decisiones del otro. Es
un riesgo pero ¿estoy dispuesto a correrlo? ¿Pensamos todos de los peligros del
destino alguna vez? ¿Tomamos real conciencia de los pequeños asuntos del
destino que hacen que seamos de tal o tal manera? Suspiro fuerte tratando de
liberar todo espiritú piedra de mi cuerpo y giro mi mano derecha con esfuerzo
abriendo las puertas no solo de mi casa del barrio de Belgrano sino abriendo
las puertas de mi destino. Acá estoy, firme caminando, con el semblante
levantado, es hoy.
Hoy es la
fiesta más importante del año. Y no es por la fiesta en si ni mucho menos. Hoy
es el día en el que desafío mi oraculo, es ella para mí o no. Simple, acotado,
vida o muerte. Dejenme que les cuente. Lo nuestro podría ser bien descrito como
una alianza temporal en la que ambos buscamos algo corporeo siendo nada más que
el roce finito de estos cuerpos pero queridos míos, caí en las redes de Eros y
aquí estoy muerto por ella, muerto por volverla a ver. Me cansé de ocultar
sentimientos debajo de las frías sábanas de mi aorta. Amar supone muchos
riesgos: el más grande es no ser correspondido dirán muchos, pero yo les diré
que el riesgo absoluto es el de que las cosas no funcionen y no haber estado
hechos el uno para el otro. Pero es un riesgo al que estoy dispuesto a asumir,
hoy vengo a ganarle al destino de visitante, con uno menos y el arbitro
bombeandome. Es hoy, la suerte está echada.
Entro
sigilosamente a la fiesta. La casa está abarrotada de gente, de golpe como si
fuese por arte de magia una rubia fría me besa en la boca, su sabor a malta y
su gas me hace revivir en mi objetivo. La veo bailar, la veo, la siento, pero
no voy hasta all. ¿Por qué? Ya conozco cada centimetro de su cuerpo pero esta
vez va más allá. Esta vez está en juego mi cuore y espero que en esta ocasión
no me falle. Solo una vez pido que me salgan bien las cosas, solo una vez, al
destino hay que pegarle donde más le duele, hay que marcar primero.
Dice una
frase que aunque quieras al gallo matar, nunca dejará de amanecer. Y es así
como el tiempo, vil enemigo, se nos cuela entre los dedos y nos obliga a
apurarnos a decidir y a actuar porque una vez que se perdió, jamás se lo
recuperará. Según el reloj de pulsera pasaron más de dos horas pero la
percepción de mi mente fueron segundos. En ese tiempo los tragos bajaban
mientras con mis amigos hablabamos de lo usual: el último concierto de los
Redondos, el ascenso de Ferrito a la Primera División y la Champions League del
Arsenal. Es la hora de actuar. Game
time. A atacar, basta de toquetear en la mitad de la cancha con miedo a perder
pero con más miedo a ganar.
Llorar es
el acto más noble de la humanidad. Esta presente en cada momento importante de
nuestra vida. Nacemos llorando, en épocas de júbilo lloramos, en tiempos de
vacas flacas lloramos, es la expresión que nos recuerda que estamos vivos. Es
eso que nos ata a esta mísera pero hermosa vida. Es la expresión del corazón.
En ese momento estaba muy triste, sentado en la vereda de la calle pero aún no
podía llorar. ¿Será que no me creo que pasó? ¿Cómo te vi con mi mejor amigo compartiendo
saliva al ritmo de un reggaeton lento? Me insulto, me golpeo la testa pero sigo
incrédulo. El destino había hablado. 0-1. 40 del segundo tiempo. Uno menos y
penal en contra. Ellos son más, son mas fuertes, perdí. Salí derrotado por el
Oraculo. Incredulo yo que pensé que de esta podía salir bien parado. Son cosas que pasan, pero ay como duelenPero queridos, queda más por jugar. Todo es
posible, vamos que se puede. . Nadie está muerto hastq ue realmente lo está.
¿No?.
Es así
como sentí una mano milagrosa en mi hombro. Me quedo en posición semifetal con
la mirada fija hacia el piso. La derrota estaba asumida,no siento esa fortaleza
mental que me haga remontar esta mierda. Las lágrimas siguen sin salir, hasta
no recuerdo cómo llegué hasta acá, ni dónde carajo estoy, todo está tan
confuso, las luces de la ciudad reflejan en mi rostro sus propagandas, el piso
que estoy viendo es lo único que se mantiene estático. Siento que la mano que
está apoyada en mi hombro derecho hace un pequeño esfuerzo por hundirme el
mismo y logro percibir como se sienta al lado mío mientras con una voz
angelical me pregunta “¿Qué te pasa?”.
El olor de su perfume logra emborracharme aún más pero de golpe las copas se me
fueron de encima y comenzamos a hablar. Te cuento todo, mi mirada sigue clavada
al piso. ¿Será de vergüenza? Decís todo lo que quiero escuchar, luego de
analizar varios autores de la modernidad y de otros yuyos decidí levantar mi
cabeza. Sos perfecta, la puta madre, me volves loco. El cuarto arbitro del otro
lado de la vereda señala hacia la tribuna Biondi que se halla a mi espalda que
se van a jugar cuatro más. Es hoy. Rapidamente el panorama cambió y atrás mio
tengo el camp Nou y luego el estadio de Ferro. La consigna era clara “esta
noche no podemos perder”. Las luces cambiaban y el alba comenzaba a salir del
cielo neoyorkino, ¿o romano? ¿O es Tokio? ¿O es Gerli? No sé, Es todo tan cambiante
salvo vos que estás fijamente en mi cabeza. Un cuarteto de cuerdas toca una
música maravillosa. Trato de inclinarme y besarte, pero cada vez la música es
más pero más fuerte. Ya casí no puedo escuchar, de a poco esos labios se me
alejan de mí. Basta.
De golpe
se pone todo blanco. Es todo conocido. Giro y busco mi celular, deslizo la pantalla,
veo la hora y dice grande y blanco sobre la foto del Pupi Salmerón 23:25. La
siesta se terminó y me dispongo a salir: por suerte ya sé lo que tengo que
hacer esta noche, los sueños me lo dijeron, lo onirico habló. No sos vos, ni
soy yo, es ella, la que siempre tuve en mente por años y nunca me animé. Hoy
cueste lo que cueste, hoy hay que ganar.
Ignacio
Leiva, Villa Martelli, 16 de mayo de 2017