martes, 16 de mayo de 2017

Esta noche

La vida no es más que otra cosa que una sucesión de casualidades (o causalidades) llamala como quieras. Somos una especie de elige tu propia aventura en la que nosotros formamos parte del juego pero no debemos olvidar que otros están jugando también. Y así es como este tablero gigante llamado Tierra tiene a más de siete mil millones de jugadores forjando sus destinos y los destinos de los demás. No obstante, no es fácil elegir. Uno no sabe que pequeñez es la que cambie su porvenir para siempre, esa noche era una de esas noches visagras. Del crepúsculo al alba: un par de horas que definen días, meses, años y hasta quizá la vida entera. ¿Quién sabe? Todo es tan concreto y es tan étereo que se va y viene con la misma facilidad.

Así es como me encuentro frente a la puerta. ¿Salir o no salir? ¿Ser o no ser? Esa es la cuestión. Sé que al salir por ese umbral mi vida será distinta. Sé que soy el que decide por lo que vendrá y sé que dependo de las decisiones del otro. Es un riesgo pero ¿estoy dispuesto a correrlo? ¿Pensamos todos de los peligros del destino alguna vez? ¿Tomamos real conciencia de los pequeños asuntos del destino que hacen que seamos de tal o tal manera? Suspiro fuerte tratando de liberar todo espiritú piedra de mi cuerpo y giro mi mano derecha con esfuerzo abriendo las puertas no solo de mi casa del barrio de Belgrano sino abriendo las puertas de mi destino. Acá estoy, firme caminando, con el semblante levantado, es hoy.

Hoy es la fiesta más importante del año. Y no es por la fiesta en si ni mucho menos. Hoy es el día en el que desafío mi oraculo, es ella para mí o no. Simple, acotado, vida o muerte. Dejenme que les cuente. Lo nuestro podría ser bien descrito como una alianza temporal en la que ambos buscamos algo corporeo siendo nada más que el roce finito de estos cuerpos pero queridos míos, caí en las redes de Eros y aquí estoy muerto por ella, muerto por volverla a ver. Me cansé de ocultar sentimientos debajo de las frías sábanas de mi aorta. Amar supone muchos riesgos: el más grande es no ser correspondido dirán muchos, pero yo les diré que el riesgo absoluto es el de que las cosas no funcionen y no haber estado hechos el uno para el otro. Pero es un riesgo al que estoy dispuesto a asumir, hoy vengo a ganarle al destino de visitante, con uno menos y el arbitro bombeandome. Es hoy, la suerte está echada.

Entro sigilosamente a la fiesta. La casa está abarrotada de gente, de golpe como si fuese por arte de magia una rubia fría me besa en la boca, su sabor a malta y su gas me hace revivir en mi objetivo. La veo bailar, la veo, la siento, pero no voy hasta all. ¿Por qué? Ya conozco cada centimetro de su cuerpo pero esta vez va más allá. Esta vez está en juego mi cuore y espero que en esta ocasión no me falle. Solo una vez pido que me salgan bien las cosas, solo una vez, al destino hay que pegarle donde más le duele, hay que marcar primero.

Dice una frase que aunque quieras al gallo matar, nunca dejará de amanecer. Y es así como el tiempo, vil enemigo, se nos cuela entre los dedos y nos obliga a apurarnos a decidir y a actuar porque una vez que se perdió, jamás se lo recuperará. Según el reloj de pulsera pasaron más de dos horas pero la percepción de mi mente fueron segundos. En ese tiempo los tragos bajaban mientras con mis amigos hablabamos de lo usual: el último concierto de los Redondos, el ascenso de Ferrito a la Primera División y la Champions League del Arsenal.  Es la hora de actuar. Game time. A atacar, basta de toquetear en la mitad de la cancha con miedo a perder pero con más miedo a ganar.

Llorar es el acto más noble de la humanidad. Esta presente en cada momento importante de nuestra vida. Nacemos llorando, en épocas de júbilo lloramos, en tiempos de vacas flacas lloramos, es la expresión que nos recuerda que estamos vivos. Es eso que nos ata a esta mísera pero hermosa vida. Es la expresión del corazón. En ese momento estaba muy triste, sentado en la vereda de la calle pero aún no podía llorar. ¿Será que no me creo que pasó? ¿Cómo te vi con mi mejor amigo compartiendo saliva al ritmo de un reggaeton lento? Me insulto, me golpeo la testa pero sigo incrédulo. El destino había hablado. 0-1. 40 del segundo tiempo. Uno menos y penal en contra. Ellos son más, son mas fuertes, perdí. Salí derrotado por el Oraculo. Incredulo yo que pensé que de esta podía salir bien parado. Son cosas que pasan, pero ay como duelenPero queridos, queda más por jugar. Todo es posible, vamos que se puede. . Nadie está muerto hastq ue realmente lo está. ¿No?.

Es así como sentí una mano milagrosa en mi hombro. Me quedo en posición semifetal con la mirada fija hacia el piso. La derrota estaba asumida,no siento esa fortaleza mental que me haga remontar esta mierda. Las lágrimas siguen sin salir, hasta no recuerdo cómo llegué hasta acá, ni dónde carajo estoy, todo está tan confuso, las luces de la ciudad reflejan en mi rostro sus propagandas, el piso que estoy viendo es lo único que se mantiene estático. Siento que la mano que está apoyada en mi hombro derecho hace un pequeño esfuerzo por hundirme el mismo y logro percibir como se sienta al lado mío mientras con una voz angelical  me pregunta “¿Qué te pasa?”. El olor de su perfume logra emborracharme aún más pero de golpe las copas se me fueron de encima y comenzamos a hablar. Te cuento todo, mi mirada sigue clavada al piso. ¿Será de vergüenza? Decís todo lo que quiero escuchar, luego de analizar varios autores de la modernidad y de otros yuyos decidí levantar mi cabeza. Sos perfecta, la puta madre, me volves loco. El cuarto arbitro del otro lado de la vereda señala hacia la tribuna Biondi que se halla a mi espalda que se van a jugar cuatro más. Es hoy. Rapidamente el panorama cambió y atrás mio tengo el camp Nou y luego el estadio de Ferro. La consigna era clara “esta noche no podemos perder”. Las luces cambiaban y el alba comenzaba a salir del cielo neoyorkino, ¿o romano? ¿O es Tokio? ¿O es Gerli? No sé, Es todo tan cambiante salvo vos que estás fijamente en mi cabeza. Un cuarteto de cuerdas toca una música maravillosa. Trato de inclinarme y besarte, pero cada vez la música es más pero más fuerte. Ya casí no puedo escuchar, de a poco esos labios se me alejan de mí. Basta.

De golpe se pone todo blanco. Es todo conocido. Giro y busco mi celular, deslizo la pantalla, veo la hora y dice grande y blanco sobre la foto del Pupi Salmerón 23:25. La siesta se terminó y me dispongo a salir: por suerte ya sé lo que tengo que hacer esta noche, los sueños me lo dijeron, lo onirico habló. No sos vos, ni soy yo, es ella, la que siempre tuve en mente por años y nunca me animé. Hoy cueste lo que cueste, hoy hay que ganar.


Ignacio Leiva, Villa Martelli, 16 de mayo de 2017

jueves, 4 de mayo de 2017

Punto de vista

Muchas historias terminan con un beso. ¿Cuántas películas berretas utilizan ese baratisimo recurso? Pero la pregunta es otra, ¿Cuán barato es cerrar una historia con un beso? Si los besos son el cierre perfecto. Representan ese momento en el que el Rey Reloj no tiene jurisprudencia y por un instante, por un bellísimo instante todo el mundo se congela para darle paso a dos seres que se funden en un todo. Pero para llegar al final de mi historia, para llegar a mi beso todavía falta mucho tiempo.

Es muy difícil ponerle un principio a una historia ya que esta vida es una cadena de causas y consecuencias. ¿No será que la causa de este beso se remonte al nacimiento? Pero para evitar la charla filosófica esta historia tiene fecha dos meses antes del beso. Era una bella noche de marzo. Cinco y media de la mañana. Plaza Italia. En la cola para el 59. ¿Raro no? Pero el amor no tiene lugar ideal, simplemente aparece dónde menos lo esperás.

Mis ojos mojados te veían llegar, te sentaste a mi lado y me dijiste “tranquila, ¿qué te pasó?” y yo te expliqué durante una hora sobre el imbécil ese y los cincuenta y nueves pasaban y poco importó. Éramos vos y yo, riéndonos. Dos extraños jugando a ser conocidos. La noche presta a eso, la infinidad de un momento así. Una hora que se siente como una eternidad, un minuto que es una hora, un día que es un instante, ay tiempo ilógico.

Me pasaste tu celular y nos despedimos. Esa mueca de sonrisa fue lo más cerca que estuve de la felicidad y qué poco que duró. Me enteré entonces que tu amor estaba ocupado. Ton amour est de Sophie. Pero es así como igual decidí seguirte el juego, sabía que eras de otra pero durante ese tiempo fuiste mío. Eramos lo más sucio del barro. Fuimos todo. Cada libro, cada beso, cada pasión compartida, cada sábana. Eramos todo mon cheri. Magia, chispa, rock n roll. Pasional como sutil como alguna vez me dijiste. Ay maldita Sofía pero lo mejor vino después…

La llamada la recibí el día anterior. Fuiste tan escueto que por poco no te entendí. Apenas entré a tu casa me dí cuenta que no andabas bien. Un café y un libro de un ruso o algo parecido hacían de la escena un espectáculo deprimente. Una película chamuyera y Calamaro, ¿Hay un preludio mejor al beso que ese? El vino bajaba y nuestros cuerpos de a poco se iban desnudando para darnos lugar a ser nosotros mismos, a fundirnos en un ser complejo que no tiene nada que envidiarle a nadie. Vos y yo igual uno. Es simple.

Esto me lleva a hoy. Una bata y un beso. Y aunque el final de mi historia sea corto y medio pedorro, lo quiero dejar ahí. Ya lo dijo mi querido Eduardo. La culpa la tiene el tiempo que se empeña en transcurrir dejando esos momentos de magia atrás, en el tiempo, percudidos ya que nunca volverán a suceder. Es por eso que quiero detener el tiempo ahí. En ese momento en el que ambos lo fuimos todo, el momento en el que el amor venció a la amistad. El momento en el que te convertiste en todo lo que sos hoy. Ese preciso instante en el que poco importó el mundo, Trump, Siria, el precio de la papa y la campaña de Unión Aconquija. En ese momento lo único que tuvo trascendencia fueron nuestros cuerpos uniéndose en un beso fraternal. Así, pasional y sutil, mon amour.


Para ver la primera parte entrá acá: http://nacholeiva.blogspot.com.ar/2017/03/crisis.html