La noche cae silenciosamente en mi suburbano barrio, una música
dulce de arpegios cubanos me endulza la oreja, la poesía que estoy leyendo no
logra entrar en mi cerebro y estoy cercano al hartazgo. Prendo el televisor y
están dando lo mismo: un par de tetonas bailando reggaetón y después puteandose
mientras el Diablo le desea una buena noche a todo el continente, un patético round
de MMA disfrazado de panel en el que pocas ideas se debaten y muchas chicanas
insulsas se disparan y para colmo, en el partido de tribunas vacías y juego
mezquino está ganando el que no me conviene.
Desde mi cuarto logro escuchar la lluvia golpeando contra el
pavimento y el agua acumulada fluyendo por la alcantarilla. Mi espalda se
encorva, mi celular se ilumina y tu foto sigue estando en primera plana. Mi
anotador está vacío de ideas decentes pero lleno de palabrerías carentes de
uso. Gol de aquellos de azul y rojo que me condenan de a poco a descender,
apago la televisión con bronca, doy media vuelta sobre las sabanas, lanzo un
disparo certero con mi croc izquierda que pega en el interruptor y queda todo a
oscuras. Tu foto de Instagram con un corazón rojo es lo único iluminado en esta
habitación.
De repente escucho un ruido fuerte y me sobresalto. Siento
que el corazón se me va por la boca y no puedo dejar de respirar bocanadas
profundas. Me vuelvo a girar media vuelta hacia la puerta. Es ahí cuando la
veo. La conozco, la reconozco, la distingo, ya sé quién es. Con ese vestido
azul, con esos tacos rojos, con la boca pintada carmesí, con su pelo morocho
ondulado hasta la altura del busto y con ese libro en la mano. Ya sé quién sos,
sos vos, Soledad.
Hace un año que vengo penando con este dolor interno, con
este miedo de que algún dia vuelvas a aparecer en mi camino. Porque no sos más
que la sola figura representativa de lo que alguna vez fui, de lo que algunas
vez pudo haber sido, de las derrotas que no quise perder y las victorias que no
quise ganar. Y sé que aunque haya sido lo mejor que me pasó en la vida daría lo
que fuera por volver a ese instante justo antes de conocerla, justo a ese
momento antes de querer burlarte Soeldad, justo a ese momento en el que el
mundo me sonrió, tan solo para recordarme que los cuentos de hadas no existen,
que los batacazos no sirven, que la gente te desilusiona, que el miedo
paraliza, que es normal llorar por las noches y que en un año me ibas a visitar
y esto no va a ser Waterloo, no te derrotaré y tu Imperio sombrío seguirá
sometiendo mis débiles territorios.