lunes, 4 de diciembre de 2017

La primavera de Praga (palabras cruzadas)

¿Cómo carajo voy a hacer para olvidar la noche del veintisiete de septiembre? Las noches existen para ser cruciales, de eso no cabe ninguna duda, hay noches que significan una búsqueda de plenitud como también las hay crueles que parecen una oda a la agonía y a la desesperación. Las noches malas pasarán sin pena ni gloria a los días perdidos del mundo. Sin embrago, esas pocas noches en las que todo sale bien quedan guardadas en los libros de historia para toda la vida

En mi caso, las noches buenas escasean y las noches malas abundan, esto se repite aunque mi definición de noche no sea la de los boliches, previas, o cosas sociales, sino que prefiero quedarme en casa viendo una película de Bruce Willis o Mel Gibson en Netflix, leyendo algún libro sobre el existencialismo alemán de Heidegger comiendo un cuarto kilo de helado, un Lemon Pie o un par de Capitán del Espacio en vez de estar en un reducto sucio y humeante escuchando un remix deplorable de Dj Cabeza.

Estoy hablando mucho de mí pero todavía no me presenté. Mi nombre es Juan Andrés Praga, tengo diecisiete años, soy de Turdera, y como podrán observar me gusta mucho escribir en prosa aunque nunca llegue a ser Julio ni siquiera su versión beta y falopa. No creo ser ningún niño prodigio, más bien siento que mi vida está repleta de tibia mediocridad. Una total falta de ambición hace de mis horas un infierno. Soy una persona muy buena, por no decir boluda, que no se da cuenta que a veces un poco de intransigencia viene bien y que la mayoría de las veces patear la lata de la bronca es benigno. Y no puedo, déjame decir que no puedo, salvo en las noches que me paso en el Estadio Alfredo Beranger alentando a mi celeste querido y ahí sí que puteo, descargo, lloro y pataleo. Me acuerdo patente una lluvia de puteadas al Puma Gigliotti en un partido contra All Boys, o al Pupi Salmerón cuando nos tocó con Ferro o aquella desilusión cuando River nos tiró la historia encima en una noche fría de agosto. En la que injustamente nos ganaron 1 a 0.

Sin embargo mi mayor karma y cualidad negativa es que no tengo suerte con las mujeres. No quiero sonar como si estuviera sufriendo de algún tipo de depresión pero es así. No tengo suerte, no puedo, no me sale. Tan solo recordar el desastre de lo de Antonella me eriza la piel. Fue hace unos dos años en la casa de Camila, sin duda el amor había actuado en mí como si hubiese mezclado vodka con estupefacientes. Me paré frente a ella, decidido a jugarme la última carta que tenía para lograr tener una mínima chance con ella. Sin embargo, debía tener en cuenta que era una utopía imposible. Ella era un LeBron, yo un Cory Joseph, ella un Napoleón, yo un Carlos II de España (aquel rey que sufría de oligofrenia si mal no recuerdo). Perdón, me cebé con esto de encontrar parecidos para denostar la total falta de igualdad entre ella, la flor perfecta y un tipo como yo que tan solo es una planta marchita en un jardín abandonado.

Mi performance de chamuyo fue deplorable, primero le pregunté si sabía algo de la epistemología de Erasmo de Rotterdam, ni por el lado de Les Luthiers me lo agarró. Luego le pregunté si le apasionaba encontrar palíndromos pero su silencio hizo que me petrificara. Sí, estaba diciendo tonteras que ni yo entendía pero hay veces que cuando se está fuera del mercado hay que encontrar algo que te haga único y puedas romper aquella hegemonía. Sin embargo, tuve que apelar a lo real y decirle que me gustaba. Así, simple, sin rodeos, desnudo de alma. Su frase entró como una alabarda en mi corazón, causando una entropía en mi hipotálamo. Hablando en criollo, me mandó a despedir caca por mi orificio anal y  que rajara de ahí y eso hizo que en ese instante, las lágrimas salieran de mis ojos y nunca más quiera pensar en amor.

Para poder entender el día veintisiete de septiembre debo hablar de La Petisa, hay quienes la compararon con Missandei, hay otros con una musa que cae del cielo cual ángel. Por ella, Lutero reconocería la transubstanciación, por ella el Papa reconocería la Evolución. Ella podría lograr que un pura sangre sea amaestrado y que nunca más sea never pony.  Ella lograría que Mickey Mouse dijera poronga todos los días. Ella lograría que Marito Baracus dejara de insultar, hablar de sexo y decir puto. Ella lograría que la monja mostrara las tetas. Ella derrotaría al Capitán América y todos esos de Marvel con solo un dedo. Ella dirigiría a Sacachispas a ganar su primera Copa Libertadores. Ella, ella, ella. Tuve suerte en la vida de ver bellezas, tuve la chance de poder observar el Big Ben, tuve mi oportunidad de ver la luna cayendo sobre el mar en Grecia, pude ver a través de un caleidoscopio mientras escuchaba un relato de un cuento de Borges, tuve la pertinencia de comer una buena tira de asado o una pizza y faina sazonada con pimienta junto a mis abuelos, aproveché la ocasión de escuchar tocar a un saxofonista desde lo alto de un edificio en New York. Sin embargo, nunca vi tal espectáculo como La Petisa caminando por la calle con un temple altivo y lento que enamoraría hasta al Don Juan más imposible de capturar

De más está decir que la tenía en un pedestal, cual vikingo a Odin. Y es por eso que vengo a reivindicar la noche del veintisiete. Esa noche, esa noche el corazón le hizo una revolución al corazón y con un ejército paramilitar tomó el poder mandando a la guillotina a todos esos fantasmas de aquella noche de lo de Camila. Porque ese 27 de septiembre, en la casa del Dani Mercado, el pibe de quinto B que escucha todo el día a Maná, en esa noche la historia sería distinta.

El 27 de septiembre yo no tenía ganas de ir. Estaba guiado por la suspicacia de que algo malo iba a pasar pero el cogollo de la cuestión es que estuve presente. Elegí mi mejor camisa, el jean negro que siempre me pongo y mis mocasines de la suerte y me lancé dubitativo a esperar el 318 para ir al lugar de la fiesta. No me reconozco como dipsómano ni mucho menos, pero de vez en cuando me gusta entrarle a un buen trago. Casi siempre lo hago en soledad, mirando una película, o jugando al FIFA. Me gusta mucho mezclar vodka de pera con Sprite. Sin embargo, hoy tenía que tomar en comunidad así que preferí tomar algo sin gas para evitar que me caiga mal. Preparé un tequila sunrise sin granadina y me deje llevar por la vida.

Al tercer tequila decía discursos de Macri en tono burlón y discutía con un par de Tinchos que pedían la vuelta de la Colimba. El mundo ya no era para mí cegador, debe ser por el alcohol y la baja serotonina que decidí ir a hablarle a La Petisa.  Apreté el embrague, puse quinta y dejé que me sorprenda el laberinto vertiginoso de la seducción. No obstante, en mi estaban todavía los residuos de aquella pecheada histórica de Antonella que volvía sobre mí en cada paso que daba en forma de deja vu. Ya había estado en esta situación de ser punto, de intentar algo que es imposible, una misión titánica y heroica que nadie estaba dispuesto a apostar por mí. Sin embargo debía ser resiliente y recuperarme y poder entrar en la eternidad logrando dar vuelta esta historia. Pechearla es una característica que me representa y me da identidad, una vez mi equipo de los domingos con los pibes, Pecho Córner, iba 7 a 0 arriba y el otro conjunto, Pachanderos, obtuvo el logro de remontarnos y ponerse 8 a 7 en tan solo 20 minutos.

Perdón me fui por las ramas. Esa noche no podía ser una noche más. No podía conformarme con una derrota estrepitosa. Ya no podía ser un análisis subjetivo de consuelo de haberlo intentado. No señor, era hora de ser resultadista y poder fumarse en pipa a todo aquel que no confiaba en uno y ganar. Tan solo ganar. Había que estar firme, saber a qué se apunta, hablar con convicción, ser uno mismo pero también decir lo justo en el momento justo. No se podía estar en un pelotero, o estar desordenado. No, era un momento que requería personalidad, seriedad, madurez, firmeza y todas esas características abstractas que no tengo. Yo con esa muñeca no tenía ninguna ventaja, no tenía por qué ganar pero tampoco tenía mucho que perder. Si total un fracaso ya lo era.

Apenas me acerqué, sentí como mis cachetes se iban poniendo del color de su labial todo rojo. Y mientras admiraba esos ojos color café sentía un odio hacia mi persona que me  hacía indigno de tenerla y quererla. Arranqué la conversación, firme, seguro mientras sentía en el aire una rotura de la maldición que me acechaba. La Petisa era un sueño tal cual como lo pensé. Hablamos de todo, no quedó tema por debatir, como no quedo electrodoméstico en el que no nos apoyamos para besarnos y fundirnos en besos que fueron eternos y que duraron para toda la vida aunque tan solo fueron un puñado de horas.

Ahora, vení, mírame a mí, a Juan Andrés Praga, y sentí un poco de empatía por este hombre que logró lo imposible. Pero la primavera no es eterna, y ya es de día y ya el alcohol no hace su efecto y ya La Petisa volvió al Valhala y yo a mi purgatorio. Ya Moscú invadió esta primavera, y ya las guitarras callaron y los besos se extinguieron. Tengo su número en mi mano, tengo la chance de que Praga sea libre por siempre, tengo la chance de dejar de creer en la dinámica de lo impensado y creer en la mecánica de lo trabajado. Tengo en mi poder la oportunidad de mandar a la mierda al Big Ben y hacer turismo en sus labios, en sus besos y en sus charlas. Tengo tanto, que no se lo que quiero. Pero sí sé lo que me hace falta…pelotas para llamarla.

Ignacio Leiva, 4 de diciembre de 2017.

Nota del autor: han pasado dos años de la creación del blog. Para celebrar la mejor decisión de mi vida, quise cumplir este desafío en el que amigos y conocidos de las redes sociales me han facilitado palabras que yo debiera incluir en un cuento.  Doy gracias a todos aquellos que me han dado palabras, a aquellos que me han ayudado a escribir durante estos dos años, a aquellos que me han servido de musa, a todos los que me leen, a todos los que me comparten y a todos los que apoyan el arte con lo difícil que es. Muchas gracias a todos.

Lista de palabras: Dani Mercado, Julio, Missandei, niño prodigio, Camila, La Petisa, Marvel, Netflix, Antonella, Mickey Mouse, Capitán América, Marito Baracus, Pura sangre, never pony, Bruce Willis, Mel Gibson, Dj Cabeza, Serotonina, Sexo, Hipotálamo, Poronga, Gas, Teta, Anal, Oligofrenia, Puto, Depresión, Falopa, Revolución, paramilitar, ambición, poder, Guillotina, Vikingo, Napoleón, Macri, Pachanderos, Colimba, Tira de asado, Lemon Pie, Pimienta, Capitán del Espacio, Embrague, Transubstanciación, Infierno, existencialismo, eternidad, Odin, Evolución, mundo, Epistemología, Cegador, vertiginoso, amaestrado, dipsómano, luminosa, resiliente, alemán, estrepitoso, abstracto, subjetivo, identidad, Luna, Hegemonía, Pera, edificio, ventaja, muñeca, instante, flor, lagrimas, laberinto. Café, caleidoscopio, saxofonista, electrodoméstico, igualdad, vodka ,estupefacientes, camino, logro, suspicacia, cogollo, mediocridad, prosa, pelotero, deja vu, palíndromo, Lata, Turismo, rotura, alabarda, entropía, pipa, Big Ben, Estadio Beranger, River, pecheada, Copa Libertadores, Pecho Corner, Cory Joseph, Puma Gigliotti, Ferro, Todo Rojo, empatía, amor, plenitud, agonía, desesperación, odio e intransigencia