sábado, 27 de enero de 2018

La invitación

¿Cuánto tiempo tenés? ¿ 15 minutos? ¿Un poco más? ¿Me permitis sentarme acá? Gracias. Te voy a pedir un favor, esto puede ser muy dificil para mí, es probablemente el acto más heroico que he hecho en mis diecisiete años de vida. Son dos favores en realidad, primero no me interrumpas en lo que tenga que decir. No es autoritarismo ni nada de eso sino que vengo inspirado y es algo que tengo guardado hace un tiempo. El segundo es que por favor no me mires con esos ojos porque me pierdo en ellos y se me es imposible continuar con mi relato.

Verás, hoy me levanté a las siete de la mañana. Y no es que dormí exactamente sino que me quedé despierto hasta que llegó el momento de cambiarme e irme para acá. El insomnio de una noche importante es algo crucial. Significa que el tema no puede posponerse más, que es algo que hay que tomar por las astas y encararlo aunque seas yo, Juan Andrés Praga. ¿Qué tiene que sea yo? Vamos a definirme como un cagón absoluto, incapaz de tomar algun tipo de decisión importante, completamente inseguro, sentimental, eternamente romantico, sensible y con un dejo de melancolico. Sin embargo, este era otro Juan Andrés, el Juan Andrés que murió ayer.

Sé que me tomé mi tiempo pero esto lo pensaba hoy mientras me duchaba, si yo no me tomaba un tiempo prudencial probablemente este monologo sea nada más y nada menos que un par de balbuceos irreproducibles en el cual el lamenteo y la falsa épica gobernarían. Pero Petisa, no fue facil para mi tomar las riendas de lo sucedido aquel veintisiete de septiembre donde logré desafiar a toda logica. Mirame a la cara, no quierod escribirme como un tipo feo pero si como un tipo anodino, cuyos rasgos faciales pueden ser facilmente olvidables o quizá es tan solo mi maldita introspección que hace que pase desapercibido a las mayorías y que casi nadie conozca mis facetas interesantes, que quiero creer que las tengo.

Ahora mirate a vos, con ese rulo que te cuelga y se cae sobre la cara, mirate a vos con esos labios y esos ojos, mirate y mirame. Es obvio que pueda sentir esta inferioridad que hace que sea tan dificil para mí encarar esta situación. Sin embargo, no creas que me tiro abajo. No, nada de eso, estoy dispuesto a ofrecer mil otras cosas diferentes a lo fisico, y mucho más trascendentes. Sin embargo, no sé si vos lo estás. Basta de hablar de mi, basta.

Tengo un presentimiento, o por lo menos una esperanza casi mesianica. Yo te propondré ahora mismo un lugar para salir probablemente este sabado, vos me dirás otro lugar y accederé. Esa noche visiblemente no dormiré, y me quedaré pensando frases para desenvolverme que no llegaré a pronunciar. Seré lento, quizá demasiado. Probablemente hasta vos tendrías que apurarme y obligarme a jugarmela, quizá no sea yo el que tenga que llevar la batuta. No por una cuestión de cobardía sino que quizá sea más comodo así. Quizá estoy equivocado y de aquí me tendré que ir derrotado pero con el semblante levantado y respirando por ultima vez tu perfume. Pero, sin embargo, es una sola vez que me la tengo que jugar para volver a sentir esos labios del veintisiete de septiembre. Es la ultima oportunidad que tengo para demostrarte que Praga resurgió de sus cenizas y de su ocupación y ya dejó de ser aquella gris metropoli para convertirse en la romanticona y sensible pero a l avez fuerte que es hoy. Tal vez sea tu turno para mover, tal vez es que no me animo yo, quizá es que estoy tan roto y traumado que necesito que alguien me junte los pedazos.

Esperá, mirame a los ojos por ultima vez, y no me respondas ahora. El sabado te espero en la esquina de 9 de Julio y Vicente Lopez a las tres de la tarde, sea lo que sea que pase estoy dispuesto a saber qué es lo que pasa con esta historia. Necesito saber por lo menos si hay una chance a ser , no quiero presionar ni nada de eso, solamente quiero poner la pelota del otor lado. Nos vemos. Juan Andrés Praga


Ignacio Leiva, Estambul, 27 de enero de 2018

Primera parte: La primavera de Praga

martes, 9 de enero de 2018

El último tren a Londres

Esperá. Sé que estoy loco. Sé que esto carece de toda lógica pero déjame intentar explicarte. Dejame sentar acá, no, no quiero nada. Rien, monsieur. Sí, sé que pasaron seis meses pero aquí estoy. Dejame decirte lo que te tengo que decir. Son solo cinco minutos, quizá un poco más pero sé que nunca más en mi vida voy a tener esta oportunidad. 

Te fuiste un dia de verano. Nunca más me voy a olvidar de ese trágico día en la Plaza Lavalle cuando me dijiste clara y certera que te ibas. A vos no te puedo mentir, me partiste el corazón. No estaba preparado, no quería estarlo. Pero a veces la vida es así y te da estos golpes durisimos, intragables, que entran como una lanza y rompen todos los órganos del cuerpo. Esa tarde estabas hermosa. Nunca te había visto tan linda. Y me alegré que la última vez que te vi era esa, una tarde de cielo diáfano cuando estabas radiante como el sol de las cinco de la tarde. 

No podía evitarlo. No podía obligarte a quedarte, no podía. Sería injusto, nefasto, completamente desatinado, algo que nadie en su sano juicio podría hacer. Yo no soy tan egoísta, es cierto que a veces peco de individualista pero a esos extremos no llego. Pero lo más duro, lo más fuerte fue tener que felicitarte. Porque sí, porque era un gran paso para vos, porque era lo que buscabas. Y ese objetivo, esa puta beca en esta ciudad no me incluía en los planes pero sí te incluía a vos. Y eso es quizá lo más importante. ¿Que digo quizá? Eso es lo importante. Vos sos feliz.

Pará un cachito por favor, monsié, cafe o lé silvuplé, mercí. ¿Qué te decía? Sí, vos sos feliz. Pero te tengo que confesar fueron los peores seis meses de mi vida. Te extrañe a cada paso, en cada mañana, en cada tarde, en cada noche, en cada cosa estabas vos y tu fría ausencia. Y ahí descubrí lo pelotudo que fui. 

Es por eso que hace seis dias terminé de juntar la plata, y compré el primer pasaje a París que vi. No tenía tu dirección, no tenía nada. Solo esperé a que el destino me dé una manito. Una semana, si no te veía me iba.  Y acá me ves, al día quinto sentado frente a vos en un café. 



Sé que esto es una locura. Pero es viernes, tengo que suponer que mañana es fin de semana y no tenes facultad ni laburas. La propuesta es simple. Escuchame por favor. La respuesta no me importa, tan solo quiero estar tranquilo con que me la jugué como lo debí haber hecho allá en la Plaza Lavalle. Dale, que es acá, es en esta hermosa ciudad que llama al amor, a las nuevas oportunidades y sensaciones. Dale, veni conmigo, escapemonos de la ciudad como lo soliamos hacer dos años atrás. Dale, que en tres horas sale el último tren a Londres y tengo dos tiquets de ida. ¿Volvemos a empezar? 

Ignacio Leiva, París, 9 de enero de 2018