Ha habido
miles de momentos que cambiaron la Historia. Hombres, mujeres, animales y
situaciones aleatorias que han cambiado el curso de la vida ha habido miles.
Siglos, decadas, lustros, años, meses, semanas, días que han cambiado todo. Sin
embargo, es dificil y egoista hablar de un momento personal. Y para peor,
hablar de solo un momento, de un misero segundo.
En uno de
mis cuentos favoritos (Me van a tener que
disculpar) , Eduardo Sacheri suelta con su magnifica pluma una frase que
tanto tiempo ha retumbado en mi mente. “Por
empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como
lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces
debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los
momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo
se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos
libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan
propias de nosotros, los mortales”.
Es por
eso, porque la culpa la tiene el tiempo en transcurrir, quiero describir un
momento perfecto. El exterior puede ser cualquiera, el que se les ocurra a
ustedes. Propondría París, propondría Sevilla, Málaga o también podría proponer
una terraza en Munro. La locación geográfica da igual, lo que importa es que
sea de noche. Las estrellas deben brillar, la Luna debe estar en el punto más
álgido. Las noches son perfectas para este tipo de situaciones, ellas nacieron
para ser cruciales. La noche está hecha para las gestas heroícas, para las
situaciones que mañana nos arrepentiremos, la noche está hecha para llorar,
para reír, para sentir un poquito más de lo que sentimos en otro momento de la
vida. Es por eso que este momento eterno, congelado del vil Cronos debe ser un
momento nocturno o de algo similar (luces apagadas,lo que sea).
Ojo,
tampoco tiene que estar todo oscuro. Es necesaria una sola luz, casi
Caravaggiana o Rembrandtesca, una sola luz que ilumine estos dos cuerpos en la
oscuridad. Spoiler alert: ya dije que tiene que haber dos cuerpos. Es
indispensable que esta luz tenue solo ilumine las caras de nuestros personajes,
que es lo que verdaderamente importa. También es importante la soledad. La
soledad es mucho más que estar solo. La soledad también puede ser estar
acompañado de alguien y tan absorto en esa persona como para olvidarse del
resto de la coyuntura como también uno puede estar solo en la muchedumbre sin
rumbo. Sin embargo, para esta historia necesitaremos del primer caso.
Como dije,
todo yace en un momento. Una sola escena, un solo cuadro. Un solo microsegundo,
ni más ni menos, ni más temprano ni más tarde: es ese momento perfecto. El
anterior, no es lo suficiente, y el siguiente ya pasó. Esta escena es la de la
calma que antecede al huracán. Tan solo imaginelo, París, Andalucía, Buenos
Aires, una terraza o donde sea. Oscuridad, estrellas, una sola luz que ilumina
la cara de dos amantes. La vida a veces es un cuadro, siempre envidié a los
pintores por eso, porque nunca podré sintetizar tanto lo que significa un
momento.
Muchas
historias terminan con un beso, esta no. Esta trata del momento anterior. De
esa mirada cómplice, de esa risa, de ese ya
que estamos en el baile bailemos, de ese mañana me arrepentiré, o de ese mañana
me agradeceré. Esta historia trata de esos ojos marrones fijados en esos
labios escarlata. De esa imaginación pervertida sobre el sabor de los labios de
ella, de esa vez que no sabemos que carajo estamos haciendo pero tan solo lo
hacemos porque nos está guiando (gracias al cielo) el Dios del amor y sus
impulsos. Esta historia incompleta trata del momento anterior a todo. Mano de
él en la cintura de ella, ella rodeando el cuello con sus brazos, la pared
sirve como tope, sus tetas contra su pecho, su cuello inclinado para abajo para
quedar a su altura, quizá una mano baja más tarde pero no sabremos porque este
cuento es una foto. Las bocas están tan solo a centímetros, no se tocan pero se
sienten. La respiración va en aumento, el calor sube, la luz tenue en el medio
de la oscuridad sigue focalizando en sus caras. La Torre Eiffel, las Setas, la
Malagueta o la cancha de Colegiales poco saben de esto. ¿Quién dará el primer
paso? No importa porque ya se sabe que se dará. A pesar del misterio ya se sabe
el final. Ya se sabe el destino de esas bocas, que es la boca del otro. El
tiempo transcurrirá, las ciudades cambiarán, la gente decidirá (mal o bien pero
lo hará) y culparán al puto Cronos por manchar ese momento inmaculado en donde
todo era potencia pero todo era acto. En ese momento en donde todo era una
certeza con incentidumbre, en donde la pasión bloquearía todo razocinio, en
donde Descartes se rendiría para siempre. Sin embargo, todos los días, en todas
las ciudades del mundo, me atrevo a decir que en todos los minutos hay una
pareja de cuerpos a punto de fusionarse en uno, siendo todo potencia, todo
acto, desafiando al tiempo que no va a transcurrir aunque este lo hará y
formará más momentos mágicos y borrará más. Porque esa es la vida, la vida no
es un momento, la vida es un conjunto.}
Ignacio
Leiva, una madrugada de insomnio en Villa Martelli (25/2/2018)