El ser
humano en su búsqueda de la síntesis ha olvidado muchas partes de la historia.
Ésta al ser escrita por los vencedores también pierde una parte humana y se
vuelve casi mitificadora. Nadie te dice que San Martín cagaba, que Napoleón
daba vueltas en la cama o que tenían sentimientos profundos Mahoma, Abraham o
Tutankamón. Sin embargo, una señora muy muy anciana que vive en un kibutz de
Israel jura ser descendiente de Jesús y que el Viernes Santo y toda esa parafernalia
no es como nos la cuenta la Biblia, Dios o el mismísimo Mel Gibson.
Jerusalén.
Año 33 más o menos. El suelo de arena, un calor de cagarse, una noche de esas
tipo la Costa para bucito después. Irresistible para los mocos. Ojo, la historia
nunca contó la verdad de ese jueves. Pero de todos modos, esta viejita cuenta
segurisima según cuenta un libro de su familia escrito en arameo que esa noche
hizo un fresquete manolete y que el viento llevaba la arena hacia los ojos de
la gente. En una casa ahí en el pueblo, había una fiesta. Pan y vino para toda
la muchachada.
El
anfitrión, un tal Jesús. Un pueblerino carpintero socialista con pretensiones
de grandeza y fama. Este tipo revolucionó el pueblo hacía unos días cuando
entró montado en un burro y la gente le tiraba un par de ramos de olivo. Luego,
mandó a callar a un par de curas y se calentaron las cosas con los romanos. Una
especie de Justin Bieber que viene al país, se agarra a trompadas en un boliche
palermitano, patea la bandera y se arma la podrida.
Este Jesús
no andaba solo, tenía doce discipulos que eran sus amigos, sus sirvientes y sus
estudiantes. Pero más importante que ellos: tenía un amor. La Biblia y la
Historia hacen que nos olvidemos que este personaje de existencia supuestamente
comprobada era efectivamente un ser humano y como tal tenía necesidades básicas
como uno. Sí, señor Opus Dei, Jesús cagaba, meaba, cogía, y comía con la boca
abierta.
La viejita
desconoce cómo se conocieron Jesús y esta mina cuyo nombre no trascendió.
Algunos dicen que estaba medio enganchado con María Magdalena, puede ser ojo,
pero no se la quería jugar por una prostituta. Mucho peor para la blasfemia
pública, Jesús se estaba encamando con la novia de Judas.
Tuzzio-Ameli,
Icardi-Maxi Lopez, Tinelli-Sebastián Ortega. Son algunos casos conocidos de
esta alta traición. Jesús no solo tenía una relación fisica con esta muchacha,
no, era una relación metafisica, algo mucho más allá. Era amor. Sin embargo, en
esa época el divorcio o mandar a cagar a tu novio no estaba muy bien visto,
entonces, Jesús amaba a escondidas a la muchacha y la muchacha le correspondía.
Cuentan
las malas lenguas que el jueves aquel de calor por la mañana y fresco por la
noche, se dice que ese día Judas los encontró en acto y entregó a Jesús. Otros
dicen que Jesús mismo sabía que Judas sabía y que lo iba a traicionar. Aquel
via crucis el barbudo supo que iba a morir, pero no para salvar a la humanidad,
ni para filantropía ni por nada más terrenal que por una mina. Judas fue un
asesino pasional y Jesús admitió su amor y llevó hasta las últimas
consecuencias este.
La viejita
es un poco loca y tiene esquizofrenia, quizá olvidé decir eso. Sin embargo, nos
regaló una linda historia para desmitificar cosas, para dejar de endiosar a
seres humanos. Porque si Jesús existió, fue un ser humano tal como vos, como
yo, o como cualquier otro.
Ignacio
Leiva, 27 de marzo de 2018